7 mar 2020

Tácticas de terror

Este es un pequeño informe narrativo de la partida de Kill Team que jugué esta mañana, para inmortalizar al noble de comandos que consiguió matar un Custode de un golpe y dejar malherido a otro. Agradecimiento especial a mi oponente que me ha cedido las fotos para completar el relato.

Bulurtz Zangrenegra observó a sus chicos tomar posiciones en las ruinas de la ciudad imperial. Grugh, Shrokbog, Zogwarp y Rebanador avanzaban entre las sombras sin un sonido. El noble gruñó complacido. Si la misión dependiera de él y sus comandos estaría resuelto antes del amanecer. 

El cielo estaba iluminado por las llamas y los destellos intermitentes de la artillería. Los humanos trataban de ganar tiempo para evacuar resistiendo a duras penas los embates del Waaaagh. Un pequeño contingente de orcos podía infiltrarse y crear el caos en la columna de suministros aprovechando la caravana de civiles y heridos. O esa había sido la idea de Bulurtz.

A su espalda, los pasos de Traknug Ezkupekaraz resonaban en el silencio de la noche. El enorme noble era un bruto sin astucia que había obtenido el favor del señor de la guerra. Se había hecho con el control de la misión con la esperanza de obtener botín. Le acompañaban dos gretchins no menos ruidosos que él que portaban su estandarte y su bebida. Completaban el equipo un akribillador, un lanzakohetes y un zakeador. Ninguno de los cuales tenía ni idea de lo que significaba pasar desapercibido. 


Dejó que el resto se adelantaran. Bulurtz flexionó su garra de kombate, maldiciendo en silencio su suerte. Iba a hacer un último intento para que le dejara reconocer el terreno, cuando vio un destello dorado entre las ruinas. 

Su grito de alarma se ahogó en el estruendo del akribillador pesado abriendo fuego. La ráfaga se cortó en seco y un segundo después vio pasar volando la cabeza del artillero. Se puso en marcha inmediatamente. Corrió hacia los restos de un vehículo para ponerse a cubierto. Bulurtz notaba la adrenalina recorriendo su cuerpo, la llamada de la batalla. 

Al asomarse pudo ver al zakeador y al lanzakohetez intentando alejarse del enemigo que había derribado al akribillador. Bulurtz notó cómo las puntas de sus orejas se enfriaban. Era una mole de armadura dorada, ropajes púrpuras y una lanza de energía combinada con un arma de fuego. Un custode. Esos malditos eran duros como el colmillo de un kaudillo. 

Traknug se encontraba más adelante, intentando averiguar qué estaba pasando. Ni siquiera había visto al enemigo que se le acercaba por su flanco derecho. Bulurtz comenzó a correr. Un grito de furia comenzó a crecer en su garganta, pero lo contuvo. El humano se acercaba rápidamente al otro noble por su punto ciego. Preparó su lanza para dar un golpe letal.


Bulurtz levantó su garra y aprovechó la inercia de su carrera para embestirle con todo su peso. Notó cómo las cuchillas atravesaban un campo de fuerza y después la gruesa armadura, llegando a la carne. Al retirar su garra notó cómo se partía una de las cuchillas, atascada en la armadura dorada.

Los orcos corrían intentando encontrar cobertura. Caían bajo un fuego cruzado. Otros dos bastardos imperiales les habían flanqueado. Kohetez sobrevolaban el campo de batalla explotando contra las ruinas. Las balas silbaban a su alrededor.


Uno de los custodes apareció de la oscuridad, saltando sobre un conducto oxidado. Partió por la mitad a Grugh y le clavó un puñal a uno de los kanijos de Traknug. El cerebro de la despreciable criatura estaba demasiado ebrio para entender que estaba muerta. Se agarró a la pierna del humano haciéndole tropezar.

Traknug y Bulurtz aprovecharon la oportunidad y saltaron a por él. La garra de Bulurtz atravesó el campo refractor en un arco ascendente, clavando la cuchilla que le quedaba en el pecho del imperial. El impulso lo levantó unos centímetros, suficiente para que la garra mecánica de Traknug arrancara media cabeza con un barrido.


Bulurtz levantó la mirada justo a tiempo para ver cómo Zogwarp caía atravesado por una ráfaga de disparos. Dos saltos le colocaron junto al lanzakohetez que intentaba sin éxito acertar al humano. Con un grito de rabia comenzó a correr hacia el amasijo metálico en el que se cubría el último custode. Preparando su maltrecha garra para el combate lanzó un grito de desafío mientras el dorado imperial apuntó su lanza.

De pronto Bulurtz se encontró en el suelo. El frío trepaba por su cuerpo mientras su sangre escapaba de su pecho. A su izquierda Traknug y sus orcos corrían huyendo del humano. Con las últimas fuerzas que le quedaban giró su cabeza. Entre las ruinas, pudo distinguir a Rebanador corriendo hacia el amanecer.

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